La Maquina de Escribir de Chicago

Poppy Cross interpretado notablemente por Sally Hawkin, es en apariencia, una persona que tiene resuelto gran parte de sus preocupaciones a sus 30 años, desde el plano emocional pasando por el familiar hasta el laboral, cuestión perturbadoramente cierta.

Bajo esta primicia la película perfectamente podría haber deambulado en los predecibles parajes de la comedia de personajes que se rien de cualquier cosa y convierten en asombrosa la habitualidad, Mike Leight en cambio, pretende adentrarse en una de las paradojas del desarrollo, mientras mas juntos vivimos mas nos alejamos, Poppy rompe con esto de una manera brutalmente violenta, es feliz y exterioriza esta felicidad y se la refriega a todos los infelices con los que se relaciona, sin lograr establecer ninguna relación emocional o vinculo real.

Mike Leight al darnos tantas pistas respecto de la vida del personaje, como que este le gusta saltar en camas elásticas, toma clases de flamenco, realizar turismo social (una especie de “servicio país” mas sofisticado) o tratar de ayudar a un vagabundo. Desliza una mordaz crítica sobre ciertas personas que reducen realidades complejas a soluciones simples que lleva a afrontar problemas de forma incompleta e insatisfactoriamente. Un personaje que no tiene respuesta a problemas en su trabajo o que no puede entender la pobreza mas extrema, nos deja como resultado personas incapaces de afrontar inconvenientes cotidianos.

Uno de los grandes estrenos de este año, que aunque no tenga ninguna explosión o batalla intergaláctica, merece ser vista en una sala de cine ya que la composición de sus planos son realmente dignos de ver en la pantalla grande.