Un Policía Corrupto.

| | Posted on 13:44




Estamos en Nueva Orleans, justos después del huracán Katrina, el detective Terence McDonagh decide salvar a un preso que está a punto de ahogarse. Maniobra que lo deja con un dolor crónico en la espalda, dependiente a medicamentos y a una serie de drogas ilícitas que, más que calmarlo, alientan su personalidad psicopática pendenciera:

El trabajo de McDonagh como policia le permite saciar sus retorcidos intereses que siempre están asociados a delitos: no duda en intimidar a transeúntes para conseguir algo de droga, está abierto a hacer todo tipo de favores a cambio de sexo, hace las veces de pimp de su novia Frankie (Eva Mendes), e incluso llega a quitarle el oxigeno a una anciana moribunda que no quería decir donde se encontraba un testigo. Todo, mostrando su placa y levantando su pistola. ¿Cómo no querer a a McDonagh? Pero no todo es miel sobre hojuelas en la vida de este rati: la nueva investigación que tiene a cargo – el brutal asesinato de cinco inmigrantes senegaleses – lo pondrá en la situación más difícil que traerá consecuencias insospechas en su vida.

Un Policía Corrupto, dirigida por Werner Herzog, es una versión libre – con algunos puntos de conexión – de Un Maldito Policia (1992) de Abel Ferrara, cinta que, pese a su buena factura, fue bastante timorata al momento de elaborar una metáfora contundente acerca de la redención y la culpa cristiana, infranqueables a través de un personaje que bordea la caricatura. De la versión original, tal vez sólo queda en la retina la actuación de Harvey Keitel – como McDonagh -, quien se despacha tremendo monólogo en medio una iglesia, gritándole desenfrenadamente al hijo del pulento, enajenado por la cocaína y el crack. Hazete esa Cage.

Uno de los aciertos de la versión de Herzog, es mostrar a Nueva Orleans húmeda y abandonada; acercándonos más un pantano que a una ciudad: un lugar en donde los reptiles – serpientes, iguanas y cocodrilos – han tomado el control, mostrando una vuelta al estado de naturaleza oculto en medio de tanta civilización e instituciones. Herzog, constantemente, ironiza – sin temor ni limitaciones – sobre los logros obtenidos por la sociedad moderna, siendo los derechos fundamentales y el sueño de una ley eficiente, simples espejismos que se encuentran tras una estructura social vacía hasta la medula, debido a estar regida por una demencia imperceptible.

Nuestro policía no es peor que los otros que lo rodean, sino que el director puso el foco sobre él: Herzog pretende ejemplificar la precariedad de los equilibrios entre el ascenso y descenso que se producen por un hecho azaroso, que no exige a los protagonistas adoptar un definición o cambio en su vida: sólo toman aquello que les sirve y a partir eso disfrutan lo que queda del alicaído sueño americano.



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