La Maquina de Escribir de Chicago

Aprovechando el estreno, y fracaso, en Tv abierta de esta serie, quisiera hacer algunos descargos largamente acumulados contra la misma. No hay nada mejor que patear a alguien cuando éste esta en el suelo.

Ellos dicen relación tanto con el hecho de que su creador es Ryan Murphy (Nip/Tuck) quien disfraza sus facilismos en provocaciones basadas en tabúes de una sociedad que realmente no existe; como también con el hecho en que la serie básicamente sea un musical, género que no es mi favorito, y que se centre en covers de canciones famosas, las cuales han tenido el efecto perverso de incluso quitar de toda vergüenza el hecho de solo mencionar el nombre de Journey ( y que en gran medida permitió esta aberración).

Pero lo realmente molesto de Glee es su posición frente al problema del derecho de autor. En una época de gran tensión en la discusión sobre las formas de consumo, especialmente en materia cultural, la serie a tomado una posición convenientemente ambigüa. Sus personajes no solo cantan un gran número de canciones inmensamente reconocidas, sino que incluso emulan videos musicales en su totalidad, y son recompensados por los artistas por ello. Esto pese a que el dueño de la cadena que los transmite ha sido uno de las principales voces que sin dudar llama ladrones a cualquier clase de infracción a la propiedad intelectual.

Lo cierto es que Glee es un nuevo modelo de negocios de una industria que sufrió de la noche a la mañana un gran cambio en la forma de adquirir sus productos, y que por cierto estuvo en negación de esta realidad por mucho tiempo. No por nada Mcartney ya puso a disposición de Murphy su catálogo.